En los últimos años asistimos cada vez más a la difusión de la moda y a su acercamiento al público, tanto a través de colecciones permanentes (Museo del Traje – CIPE), como de diferentes exposiciones temporales. El pasado mes de junio abría sus puertas el Museo Cristóbal Balenciaga en Guetaria, un paso más en esa declaración de la moda como otra disciplina artística y por ello como objeto “museable”: del armario al museo. Hasta el próximo 8 de enero, la Fundación Mapfre acoge (en colaboración con la Fundación Pierre Bergè – YSL) una excepcional retrospectiva de Yves Saint Laurent, que será recordada probablemente como una de las mejores exposiciones (dentro y fuera del ámbito de la moda) en este 2011.
La muestra, que permaneció el pasado año en el Petit Palais de París, se articula en diferentes espacios que van animando al visitante en este recorrido diacrónico, desde los “años Dior” del artista (entre 1954 y 1960, desde que trabajara primero como asistente y después como diseñador jefe de la firma), hasta su muerte en 2008.
Recreación del estudio de YSL
Destaca en todo momento el gran cuidado tanto en el diseño museográfico, como en el montaje de esta colección: distribución de espacios a modo de pasarelas, simulación de espacios reales (especialmente, la recreación del estudio del propio artista), alternancia de videos y fotografías bien integrados en el espacio, acertado uso de la luz, así como la arriesgada y equilibrada alternancia cromática en las salas, muy en consonancia precisamente con el valiente uso del color de YSL.
En la primera planta, se observa ya la versatilidad de Yves Saint Laurent para vestir a la mujer tanto en su faceta más urbana y cómoda a través de sus colecciones prêt-à-porter, como en su versión más glamurosa a través de su alta costura; o dicho de otra forma, más fuerte y masculina de día y seductora de noche, como decía Catherine Deneuve, cuya amistosa relación con el modisto merece otro especial espacio en esta muestra. Así, comprobamos inicialmente su evolución en los años 60, desde su primera colección con la chaqueta gabán (1962), su primer esmoquin (1966), o su primera célebre sahariana (1967).
YSL. Vestido corto de cóctel.
Colección de alta costura. Primavera-verano de 1964
Es sin embargo en la segunda planta cuando el recorrido (sobre todo a través de la alta costura), va in crescendo, como en las arias de ópera, que precisamente van sucediéndose a través de Maria Callas, sala tras sala. Entre estos espacios, destaca su “Colección del escándalo” (1971), así como las salas dedicadas a sus creaciones más exóticas, inspiradas en España, Marruecos (recordemos su filiación marroquí desde que en 1966 comprara su casa de Marrakech junto a Pierre Bergé), África Central, China y cómo no Rusia, con su colección inspirada en los ballets rusos (1976).
YSL. Colección de alta costura de 1976 inspirada en los ballets rusos
Pero si un espacio expresa más claramente la fusión del arte con la moda, es aquel en el que se exponen algunas de las prendas en las que YSL homenajeó a varios de los pintores más célebres del arte contemporáneo: Picasso, Matisse, Wesselmann, y cómo no, Mondrian ( a través de su célebre vestido cóctel de 1965) y Van Gogh, cuyos lirios y girasoles recreó en sus dos chaquetas de 1988, joyas indiscutibles de esta antología.
YSL. Vestido corto de cóctel homenaje a Piet Mondrian.
Colección de alta costura de 1965
YSL. Chaqueta homenaje a Vincent Van Gogh.
Colección de alta costura de 1988
La penúltima sala nos envuelve, a modo de fastuoso baile de “El Gatopardo” de Visconti, en la profetización del final de la alta costura por el gran diseñador.
Sin duda, una oportunidad única y apta para todos los públicos, para conocer algunas de las reliquias más selectas de uno de los más grandes maestros de la Historia de la Moda.
Penúltima sala de la exposición: "El último baile"
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