Primero fue ARCO 2011 con Rusia como país invitado; después, “Vanguardias rusas en las colecciones Thyssen-Bornemisza” y tras unos meses, “El romanticismo ruso en época de Pushkin”, en el Romántico. El Museo del Prado inaugura su última inflación (en taquilla; esperemos que la última por un buen tiempo) con la exposición “El Hermitage en el Prado”, imprescindible, y con la que se clausura un 2011 de intercambio cultural ruso-español caracterizado por una programación completísima, aunque con escasa repercusión mediática.
La colección recoge algunas obras maestras (o como se diría hoy, los “must”) del colosal museo, uno de los diez mejores del mundo, en este caso en las salas de otro de la misma lista. La difícil y acertada elección de obras por los comisarios (con algunas comprendidísimas ausencias, como “La danza” de Matisse, uno de los colosos del Hermitage), ha dado como resultado una de las más brillantes exposiciones del año.
A.V. Tiranov, "Biblioteca del Hermitage" (1826)
De manera didáctica, la muestra nos introduce en el nacimiento de este museo a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, a través de los retratos de sus zares fundadores (Pedro I, Catalina II y Nicolás I). A continuación se pasa a contextualizar el ambiente del San Petersburgo decimonónico, a través de pinturas coetáneas sobre la metrópolis y sobre el propio museo, casi todas ellas arquitecturas pintadas (Paterson, Tiranov, Tutukin...), que perfectamente podrían integrarse en la exposición que sobre la arquitectura en el lienzo podemos visitar paralelamente en el Museo Thyssen-Bornemisza.
La Edad Antigua está representada por oro y otros metales preciosos del continente eurasiático, con una importante presencia griega: peines, broches, diademas…Todo tipo de complementos, en su mayoría femeninos, que nos muestran cómo la exquisita relación entre el arte y la moda se remonta a épocas tan lejanas en la Antigüedad.
Ramo de acianos con espigas de avena en un jarrón (h.1900)
Precisamente las artes decorativas alcanzan en esta exposición un protagonismo que poco tiene que envidiar a la pintura: arquetas, tabaqueras, relojes, todo tipo de joyas, o incluso un sable iraní del siglo XIX, una de las obras estrella de la muestra.
Tanto la pintura como la escultura desde el siglo XVI hasta el pasado siglo XX, corresponde en este caso, como es de esperar, a los nombres más célebres de la Historia del Arte occidental: Durero, Tiziano, Veronés, El Greco, Caravaggio, Velázquez, Rubens, Van Dyck, Rembrandt, Poussin, Chardin, Canova, Thorvaldsen... Como se deduce, la lista es bien larga.
Caravaggio, "Tañedor de laúd" (1595-96)
Entre algunas de estas grandes obras traídas desde San Petersburgo para la ocasión, destacan el "Almuerzo" de Velázquez (1617), "Haman reconoce su suerte" de Rembrandt (1660-65) o el "Tañedor de laúd" de Caravaggio (1595-96).
P. Cézanne, "Paisaje azul" (1904-06)
En la planta superior se rinde homenaje a las grandes firmas del arte contemporáneo, desde el romanticismo de Ingres o Friedrich hasta las primeras vanguardias del siglo XX. Imprescindibles una vez más, ya que no todos los días pueden verse obras como “El mes de María” de Gauguin (1899), “Paisaje azul” de Cézanne (1904-1906), “La bebedora de absenta” de Picasso (1901), “Composición VI” de Kandinsky (1913), o “Mujer con sombrero negro” de Kees van Dongen (1908), extraordinaria obra esta última, de un artista insuficientemente valorado en España.
K. van Dongen, "Mujer con sombrero negro" (1908)
Se trata por ello de una verdadera ocasión (hasta el 25 de marzo) para realizar un buen recorrido por una parte de la Historia del Arte, a través de una selección de obras de una de las mejores colecciones del mundo. ¿Batirá nuevamente el Prado récord de visitas, o de recaudación? Sea como sea, si podéis, no os la perdáis.
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