martes, 29 de noviembre de 2011

"Summa" Delacroix

Hace unos días asistí a una de las exposiciones más concurridas de este otoño: “Delacroix (1798-1863)”, conocida ya probablemente como la exposición por excelencia de CaixaForum Madrid en este 2011.

Aunque en general salí bastante satisfecho de la visita, considero que queda bastante atrás con respecto a la mejor exposición de esta sede en el pasado año (“Miquel Barceló. 1983-2009”); especialmente por la escasa ordenación de las piezas que integran este romántico puzzle. Aun así, y ya que las comparaciones suelen ser odiosas, no dejaré de reconocer que se trata de una ocasión única para contemplar la primera gran antológica (más de cien obras), dedicada en España a uno de los tres pintores más célebres del romanticismo francés (junto a Géricault e Ingres, obviamente).

El comisario, Sébastien Allard, ha concebido la colección como una sucesión de espacios de interesante y variada temática del gran maestro, prefiriendo el recorrido conceptual al diacrónico, decisión frecuentemente muy acertada cuando sabe concluirse con éxito, aunque no sea este el mejor ejemplo.

                                                 E.Delacroix, "Retrato de Léon Riesener", 1835

Antes de introducir al visitante en los primeros años de formación académica del pintor en París, en el taller del célebre Guérin, la exposición entra “a pelo” y de manera aleatoria, en uno de los temas que se abordan, “Delacroix y el modelo”, entremezclando figura humana y animal, asuntos que después vuelven a representarse en otras salas.

Algo más acertados resultan espacios siguientes. El dedicado a “El retrato y la influencia británica” (con memorables obras como los retratos de Louis Auguste Schwiter y Léon Riesener) comprende el breve periodo que el artista pasó en 1925 en Inglaterra. Del mismo modo, el escenario dedicado a “El drama de Grecia”, aúna tanto obras algo desconocidas (“La confesión pública”), como más célebres (“Grecia sobre las ruinas de Missolonghi” o uno de los bocetos para “La muerte de Sardanápalo”).

                                                     E. Delacroix, "La confesión pública", 1831.

Delacroix, al igual que otros de sus compañeros artísticos del siglo XIX europeo, se inspiró frecuentemente en las plumas más reconocidas de la literatura francesa, alemana o inglesa. Es por ello bastante representativo el espacio dedicado a las fuentes literarias, aunque en este caso, el comisario vuelve a confundir al público inexperto, con alusiones a esta temática en espacios diferentes. En esta línea, destaca la obra gráfica sobre el Fausto de Goethe (lo que nos hace romper el tópico del Delacroix más devoto al color frente al dibujo), así como las referencias a Hamlet, a través de” Desdémona maldita por su padre” y “Hamlet y Horacio en el cementerio”, obras emblemáticas de esta exposición.

                                           E. Delacroix, "Hamlet y Horacio en el cementerio", 1859

En el ecuador de la visita, un espacio dedicado a los recuerdos del viaje que Delacroix realizó a Marruecos en 1832, congrega obras tan imprescindibles como sus “Mujeres de Argel en su aposento”. La temática religiosa se aparece en otros dos espacios, mientras que la sala “Variaciones” sirve al comisario para un totum revolutum en el que inserta, eso sí, obras clave, nuevamente religiosas o literarias, como “El naufragio de don Juan” o las dos últimas del párrafo anterior. La misma confusión se observa en el siguiente escenario, dedicado a la temática animal, pero al mimo tiempo un buffet libre de paisaje, temática religiosa, histórica…

                                           E. Delacroix, "Mujeres de Argel en su aposento", 1834

Por suerte, concluimos la colección con algunas de las mejores marinas que ejecutó el artista; especialmente aquellas ambientadas en los acantilados de Étretat (1849), una antesala a una temática que unos veinte años después retomaría Courbet, y en los años 80 Monet.

                                                 E. Delacroix, "Acantilados en Étretat", 1849
                                              
En resumen, aunque con algunas ausencias más que lógicas de algunos “inmuebles” del Museo del Louvre (“La libertad guiando al pueblo”, el “Retrato de Chopin” o “Dante y Virgilio en los infiernos”), se trata de una indiscutible oportunidad para contemplar una buena summa monográfica, aunque con una ordenación curatorial un tanto confusa y un diseño más soso que meramente clásico. Hasta el 15 de enero y preferiblemente, entre semana.